En la década de 1980, México se embarcó en una serie de reformas económicas bajo la presidencia de Carlos Salinas de Gortari, marcando un cambio significativo hacia políticas neoliberales. Este periodo, que abarcó de 1988 a 1994, buscaba modernizar la economía mexicana y abrir el país a la globalización. Sin embargo, las políticas implementadas durante el sexenio de Salinas generaron tanto elogios como críticas, dejando un legado complejo en la historia económica de México.
El gobierno de Carlos Salinas adoptó un enfoque integral conocido como el "nuevo modelo económico", que buscaba liberalizar la economía y fomentar la inversión extranjera. La firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1992 fue un componente central de esta estrategia, abriendo las puertas a un mayor intercambio comercial con Estados Unidos y Canadá.
La liberalización financiera fue otro pilar clave de las políticas de Salinas. Se eliminaron restricciones a la inversión extranjera directa, se privatizaron numerosas empresas estatales y se abrió el sector bancario a la competencia internacional. Estas medidas buscaban atraer inversiones y estimular el crecimiento económico.
Sin embargo, la privatización de empresas estatales también generó críticas y controversias. La venta de compañías estratégicas como Teléfonos de México (Telmex) y la Compañía de Luz y Fuerza del Centro (LyFC) despertó preocupaciones sobre la concentración de la riqueza y la falta de competencia en ciertos sectores.
Las políticas de Salinas también incluyeron medidas de estabilización económica, como la reducción de la inflación y la disciplina fiscal. El gobierno implementó programas para controlar la deuda externa y reducir el déficit público. Estos esfuerzos llevaron a la estabilización de la economía, pero también contribuyeron a la contracción del gasto público y a la disminución de los subsidios a sectores clave.
El impacto social de las políticas neoliberales durante el gobierno de Salinas fue mixto. Por un lado, se observaron mejoras en la estabilidad macroeconómica y la apertura comercial, lo que llevó a un aumento en las exportaciones y el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB). Sin embargo, por otro lado, las medidas de austeridad y la privatización generaron tensiones sociales, contribuyendo a la desigualdad y al descontento en ciertos sectores de la población.
El programa de ajuste estructural también afectó a los trabajadores mexicanos. La flexibilización laboral y la apertura a la competencia internacional generaron presiones sobre los salarios y las condiciones laborales. La implementación del TLCAN, aunque beneficiosa en términos de comercio, también llevó a la pérdida de empleos en ciertos sectores que no podían competir a nivel internacional.
Además de las transformaciones económicas, el gobierno de Salinas enfrentó desafíos políticos y sociales. Las elecciones de 1988 estuvieron marcadas por la controversia, con acusaciones de fraude electoral. La creciente inconformidad social culminó en el levantamiento zapatista en Chiapas en 1994, un evento que puso de manifiesto las tensiones y desigualdades en el país.
El sexenio de Salinas también estuvo marcado por eventos trágicos, como el asesinato del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio en 1994, un suceso que conmocionó a la nación y cuestionó la estabilidad política del país.
El legado de las políticas neoliberales de Carlos Salinas en México es objeto de debate. Mientras algunos destacan los logros económicos y la modernización, otros señalan los costos sociales y la desigualdad generada por estas reformas. La experiencia de México durante este periodo dejó lecciones importantes sobre la complejidad de implementar cambios estructurales y la necesidad de equilibrar el crecimiento económico con la equidad social. En última instancia, las políticas de Salinas dejaron un impacto duradero en la economía y la sociedad mexicanas, moldeando el curso de eventos en las décadas posteriores.
